Como cada mañana el sol habia salido por donde siempre ha de salir. Los primeros rayos de sol alumbraron su cara e iluminaron sus (igualmente radiantes) cabellos. Abrió sus ojos y caminó a mirase al espejo, nada fuera de lo normal. Todo estaba en perfecto orden, sus grandes y misteriosos ojos avellana, su tez blanca como las nubes y sus pequeñas pecas y lunares en las cuales resultaba divertido tomar un plumón y unirlas y formar una figura.
Peinó su cabello y se puso su ropa con ese olor caracteristico que emanaba de su piel. Bajó al primer piso y se preparo su desayuno. Caminó por la puerta y desaparecio...
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